HOMBRES ALADOS... Fetiche y aberración
Tal es la fascinación del humano por las cualidades que lo
distinguen de las otras especies, que dentro del imaginario de fantasía recurre
a estas diferencias como elemento de valor agregado para crear un híbrido
superior. Es así como la expresión artística y el acervo cultural se nutren de
seres sobrenaturales cuyas peculiaridades echan mano de habilidades imposibles,
aún para los hombres, pero comunes en lo consuetudinario de muchos animales. De
ahí nace el deseo de sobrepasar los límites de nuestra naturaleza con la ayuda
de elementos que tenemos muy fácilmente al alcance de la vista.
El libro de texto de tercero de primaria no vacila al citar
las seis categorías que conforman el reino animal: existen los mamíferos, las
aves, los peces, los reptiles, los anfibios y los insectos, y a pesar de que
las cinco categorías ajenas a los mamíferos cuentan con capacidades que de
tenerlas un humano se trataría de tener super poderes, hay una categoría que
incita más que las demás a la hora de la creación literaria: las aves. Y esto
precisamente se debe en particular a las alas, par de extremidades superiores
que enigmáticamente desde el inicio de los tiempos ha causado la fascinación de
la gente.
Dentro de la mitología griega una referencia a esto la constituye
la historia de Dédalo e Ícaro, quienes valiéndose de unas alas fabricadas por
ellos mismos, las cuales hicieron uniendo con cera las plumas de aves que
encontraban tiradas, lograron escapar del laberinto del rey Minos, en la isla
de Creta.
En la religión, nos encontramos muy a menudo con este
fetiche emplumado, los ángeles en sus distintas variantes, dígase querubines,
serafines, arcángeles y demás, son representados con alas. El Cupido es un
ejemplo de querubín, el cual regularmente es representado por un niño con alas,
este encantador angelito portador de un arco y flechas forma parte de la
parafernalia básica del día de San Valentín. Además de la forma del Cupido, los
querubines también son representados con la pura cabeza del niño y las alas, un
ejemplo de estas figuras, que por su falta de cuerpo pueden causar un algo de
animadversión, lo encontramos al pie de la imagen de la Virgen de Guadalupe,
que milagrosamente fue impreso en el ayate del indio Juan Diego.
En el rock, regularmente se recurre a la fantasía, y por
citar un ejemplo acerca de la obsesión por volar, y no propiamente en avión,
Gustavo Cerati nos deleita con su clásico "La ciudad de la furia", en
donde menciona en una línea que un hombre alado extraña la noche.
La realidad fantástica de García Márquez no se mantiene
ajena a esta tendencia de explotar el elemento del hombre alado, en el cuento
"Un señor muy viejo con unas alas enormes", un anciano con alas es
encontrado tendido en el lodazal y después cautivo como hacedor de milagros,
pues la presencia de sus alas no puede deberse a nada más que a ser un ángel,
esto transcurre en un pueblo de pescadores.
En Flash Gordon, serie clásica de la ciencia ficción, el
personaje principal es ayudado por el pueblo de los Hombres Halcón para derrotar
al temible Ming. Personajes similares llenan los cómics y las caricaturas. De
Marvel Comics, en los X-Men, el personaje alado lleva por nombre Ángel, más que
ser visto como tal, sufre el rechazo y discriminación por la que pasan los
demás mutantes, cabe mencionar que este comic es una analogía al racismo que se
vivía en Estados Unidos cuando inició la serie, en los sesentas. DC Comics
también tiene a su similar, en este caso de nombre Hawkman, miembro también de
la liga de la Justicia, o los Súper Amigos, como les llamábamos en los años ochenta.
Aunado a éste, en su versión pirata encontramos a Birdman, el súper héroe.
De este mismo modo, esta fascinación por unir las espaldas
humanas a las alas de las aves, llega al cine, y el mejor ejemplo para citar es
“Tobi: el niño con alas”, película española de 1978, que narra la historia de
un niño que después de sufrir fuertes dolores en la espalda comienzan a
brotarle dos protuberancias, mismas que son un par de pequeñas alas, este niño
pronto se convierte en el centro de atención de los medios de comunicación y de
los investigadores científicos, sin contar a un circo que lo quiere como
atracción principal. Esta película causó gran admiración, al menos en los
niños, a finales de los años setenta y durante la década de los ochenta, ya que
de vez en cuando te encontrabas con dicha película en algún canal de
televisión, y a pesar de su deprimente música, la veías hasta el final, sin
lograr evitar ese nudo en la garganta cuando Tobi partía volando con una parvada
de pájaros, dejando a sus papás como el chinito: nomás “milando”.
Una película similar, esta vez trasladándonos al cine belga,
¡Ep! (¡Pio Pio!), del año 2010, narra la historia de un matrimonio maduro que
no pudo tener hijos y un día se encuentra con una curiosa criatura, una
diminuta niña que en lugar de brazos tiene alas, la niña, que además tiene la
cara de pollito, parecida a la de Jennifer Anniston, intenta volar, además no
habla, sólo dice pío pío. El final es similar al de Tobi, su naturaleza le gana
y la niña vuela y se va con los pájaros.
Es difícil explicar el porqué esta fascinación a la hora de
concebir un proyecto de fantasía, dígase cine, literatura, comic, música, etc.
Lo que sí es cierto es que dentro de la cultura de Nuevo León, el concepto del
hombre alado sobrepasó lo artístico, en los años ochenta, algo surgido como
rumor no tardó en volverse leyenda urbana, y fue material muy explotado para
horas y horas de análisis, testimonios y visitas a los cerros aledaños a la
Presa de la Boca en el programa Reportajes de Alvarado, se trata del Hombre
Pájaro de Villa de Santiago, algo así como nuestro Pie Grande, o nuestro
Monstruo del lago Ness, el cual ahora forma parte de la cultura de la región.
Hubo quienes dijeron ver a un enorme pájaro volando por los alrededores del
pueblo, hubo quienes dijeron verlo levantar del suelo una vaca y llevársela
consigo, otros dijeron verlo más de cerca y fueron capaces de atestiguar que se
trataba de una figura humana pero con alas. En una ocasión, en reportajes de
Alvarado mostraron un enorme nido de ave hecho con troncos, el cual se presumía
que era el del Hombre Pájaro. Años después, el Chupacabras se encargó de hacer
que la gente se olvide de este singular personaje, que de cuando en cuando sale
a tema en alguna plática de borrachera.
Tal obsesión se apoderó en su momento de Leonardo Da Vinci,
quien hizo múltiples fallidos intentos por hacer volar al hombre con alas
batientes, la conclusión es que el humano no tiene ni la fuerza, ni el ritmo
cardíaco necesarios para poder elevarse por su propio esfuerzo, además de su
imposibilidad para imitar el movimiento de adelante hacia atrás que ejecuta un
ave al mover sus alas.
De todos modos, esta notable muestra de obsesión por unir al
humano con el pájaro no deja de fascinar pero a la vez no deja de ser, al igual
que cualquier diferencia genética, una especie de aberración, a tal grado que
al mismo tiempo que muestra el concepto híbrido del hombre alado como un ser
potencialmente superior al hombre convencional, lo muestra también como una
especie de monstruo, con una deformidad digna de rechazo y vergüenza. El hombre
alado de Cerati espera la noche para no ser visto, el hombre pájaro de Santiago
sólo es visto en las noches. El padre de Ángel, de los X-Men, se avergüenza de
él. Tobi debe escoger entre el circo o irse con los pájaros. Sin hablar de los
monstruos alados del cine de terror como la película El Demonio (Jeepers
Creepers). Posiblemente parte del rechazo se deba a que el humano, dentro de su
subconsciente, es incapaz de concebir en su mente una especie (ajena a los
insectos) con más de 4 extremidades, tal y como se ve también en los dragones,
de los cuales hablaremos más adelante.
Esta conjunción de lo fascinante con lo vergonzoso y
aberrante ayuda a entender más la obsesión por seguir creando muestras
artísticas con estos personajes, los hombres alados, lo que sí estamos seguros
es que, explicable o inexplicablemente, este concepto forma parte de los
recursos que, sin duda, adornan de manera exponencial el imaginario en la
fantasía.
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