¡Hola, Bebé!
—¿Cómo es que me encontraste? —escuchar su voz era simplemente imposible—. ¿Cómo supiste mi número telefónico? —Eso no importa. —¡A mí sí me importa, quiero saber! —Lo importante es que te encontré, Bebé. —¿Porqué me llamas, qué quieres? —Saber que estás bien. —Estoy bien... Mejor que nunca... Bueno, ahora que ya sabes que estoy bien porqué no cuelgas... Adiós. —Podrías colgar tú. ¿Porqué no lo haces? Dejo caer el auricular, pasados unos segundos lo levanto de nuevo para asegurarme que el teléfono está dando tono de línea. Me tranquiliza escuchar el continuo sonido del teléfono. Vuelvo a poner el auricular en su lugar y en eso el timbre suena nuevamente. Levanto el auricular y antes de que yo dijera algo está de nuevo aquella aterradora voz: —¡Bebé!... ¿Me extrañaste? —Dime qué es lo que quieres. —¡Huy, que grocero!... Quiero verte. —No sabes dónde estoy....