UN MÉXICO FELIZ... Conciencia y cultura cívica


(Ensayo sobre La educación cívica como herramienta de la Democracia)

(Parte 1)

Conciencia y cultura cívica


Einstein decía que la educación es lo que queda después de olvidar lo que se ha aprendido en la escuela, dicho desde el punto de vista de uno de los más grandes genios que ha dado la humanidad es fácil rehusarse a debatir esta teoría de que la educación viene de antes o mientras se está en la escuela, más no de la escuela, según nuestra Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en el artículo 3°, que trata de la educación, nos dice que “el Estado impartirá una educación que tienda a desarrollar todas las facultades del ser humano, y fomentará en él, el amor a la Patria y la conciencia de la solidaridad internacional, en la independencia y en la justicia”. Posiblemente podemos entonces asegurar que no es la escuela quien nos brinda la educación que recibimos sin que el gobierno tome un papel primordial, estoy seguro que Einstein compartiría esta opinión argumentando que antes que el gobierno está la familia. 

Esto nos invita a buscar conocer algunos términos importantes relacionados con la educación, quizá unos conceptos básicos, los cuales podríamos analizar aisladamente, sin ánimo de ocio, para que con el amplio conocimiento en particular de dichos términos que componen la educación podamos describir de una manera más certera como es la educación en México, y aunque pudiendo hablar sobre la educación en un modo general, prefiero mejor ligar el tema a los problemas que aquejan al pueblo mexicano y su cultura, buscando entender el modelo educacional que se vive en nuestro País y sus antecedentes como un bastión al desarrollo de una buena cultura democrática. 

Como parte de la educación, según nuestro texto máximo que es la Constitución, hablamos de desarrollar todas las facultades del ser humano, para comprender de qué nos habla este artículo de nuestra Constitución y en qué se basa nuestra educación elemental necesitamos despejar la “X” de esta primera frase, es decir, analizar a qué facultades se refiere el texto. Si la educación es un proceso mediante el cual se transmiten conocimientos, valores, costumbres y formas de actuar, produciendo cambios de carácter social, intelectual y emocional; que también es un proceso de vinculación y concientización cultural y moral; y a su vez es un proceso de socialización formal entre los individuos de una sociedad. Entonces como resultado a esta ecuación literaria diríamos que de las facultades más importantes a desarrollar son en cierto modo las siguientes: La conciencia, la razón, y la cultura social. 

La Conciencia es lo que entendemos como el conocimiento que tiene el humano de sí mismo y de su entorno, si rascamos en su etimología, conciencia (ó consciencia) proviene del latín conscientia “cum scientia” que literalmente significa con conocimiento. Es decir que entre más nos conocemos más conscientes somos de nuestra forma de ser. Dicho así puede sonar algo confuso, para explicarlo mejor separemos la conciencia en psicología, religión y filosofía, puede que de ellas emanen otras más como la conciencia política, moral y social, pero de eso se trata este ejercicio, de ir descubriendo la relación que encierran estos términos entre sí y sobre todo con nuestra educación. 

La conciencia psicológica es la que nos indica que está bien y qué está mal, para esto tendríamos que tener una serie de conceptos aprendidos, ya sea por medio de la instrucción o de la experiencia propia que nos irá dotando de un juicio hacia lo que nos favorece o nos perjudica, al igual que a nuestro entorno. Una buena conciencia psicológica nos ofrece la diferencia entre acertar en una decisión benéfica que de antemano los valores adquiridos nos aseguran que es algo que está bien y no vacilar ante una decisión nociva que ignoramos que está mal. Dichos valores y una buena conciencia psicológica serían sólo parte del producto final del proceso que conocemos como educación, lo contrario sería la ignorancia de ciertos conceptos que nos evitan crear un juicio certero y positivo. En México, en teoría, la educación tiene dentro de sus principales prioridades crear un buen criterio que vaya en pos de un avance como nación y luchar contra la ignorancia que ponga en riesgo el desarrollo del país, y así lo dice la Constitución en su artículo 3º: “II. El criterio que orientará a esa educación se basará en los resultados del progreso científico, luchará contra la ignorancia y sus efectos, las servidumbres, los fanatismos y los prejuicios”. Dándose por entendido que el simple hecho de ignorar puede traer consigo consecuencias desastrosas, a partir del momento en que no se tiene la capacidad de llegar a un juicio correcto, ya que se vacilaría entre qué está bien y qué está mal, dando como resultado una mala conciencia psicológica, que una vez abriéndonos al entorno de quien la tenga nos llevaría a fomentarla y después a desarrollar una mala conciencia social. 

Otra faceta de la conciencia, que en México juega un papel muy especial, es la religión o conciencia religiosa, en la que el actuar conforme a un bien y un mal se vuelve subjetivo en cuanto a que el humano se crea una conciencia moral en obediencia a ciertas leyes, por ejemplo, la ley de Dios y de la iglesia, o las leyes civiles, y cualquier otro canon que le vaya creando al humano una religión personal. Podríamos decir que los mexicanos tenemos como religión cotidiana nuestra Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y las leyes que de ella emanan, y al mismo tiempo como pueblo católico que somos obedecemos la palabra de Jesús (de los libros del nuevo testamento) y los diez mandamientos de Moisés como una autoridad moral intrínseca, ¿y porqué no?, para muchos, incuestionable. 

Daré un ejemplo sencillo del porqué es subjetivo calificar un juicio como bien o mal en el aspecto religioso; en el artículo 31º de Nuestra Constitución, que habla de las obligaciones de los mexicanos dice: “III. Alistarse y servir en la Guardia Nacional, conforme a la ley orgánica respectiva, para asegurar y defender la independencia, el territorio, el honor, los derechos e intereses de la Patria, así como la tranquilidad y el orden interior”. Este artículo podría hacer que una persona que se precie de ser muy patriota considere un deber moral ir a la guerra, mientras que otra persona anteceda el mandamiento “No matarás” de la ley de Moisés y considere ir a la guerra como un pecado y por lo tanto, un acto inmoral. Recordemos que según el artículo 3° de la Constitución, que habla de la educación señala: “…y fomentará en él, el amor a la Patria…” y esto implica el obedecer la literatura que nos rige, esto se presta a pensar en ello como una paradoja, en la que una obligación patrióticamente moral nos lleva casi por seguro a una serie de actos socialmente inmorales. 

En este ejemplo, la conciencia filosófica no sería más que la facultad de decidir y hacerse responsable de dichos actos, según la percepción que se tiene del bien y el mal, para esto habría que tener una base que al menos fundamente y en el mejor de los casos medianamente justifique una decisión tomada. 

Vemos que la conciencia encabeza las facultades a desarrollar mediante el proceso de la educación, que no en todos los casos se requiere de un educador, ya que la lectura y las conversaciones mantenidas a través del tiempo pueden llegar a dotarnos de instrucción, nos proporciona conocimientos que vamos implementando en la vida diaria, y esos conocimientos nos brindan la razón. 

Rememorando, si la educación es un proceso de vinculación y concientización cultural y a su vez es un proceso de socialización entre los individuos de una sociedad. Mucho de ello se debe a que la educación se transmite mediante una instrucción de generación en generación, por lo tanto se transmiten conocimientos, valores, costumbres y formas de actuar, creando un comportamiento similar entre los miembros de una misma sociedad, que a su vez ésta puede llegar a formar una ciudad, y esta forma de actuar colectiva llaga a ser identificada bajo una serie de cualidades en una masa indiferencia, aunque dicha masa esté formada por miles e incluso millones de mentes, cada una con su particular conciencia libre. Esta necesidad de socializar de los individuos los lleva a seguir ciertas pautas que le permitan convivir compartiendo fines y conductas, religión, rituales, forma de vestirse, prácticas, códigos, normas de comportamiento, reglas y creencias, todo esto forma una cultura, y si esta serie de prácticas, costumbres o valores adquieren el calificativo de buenos y los podemos considerar valores, entonces estaríamos hablando de una buena cultura. Qué mejor que identificar una región por su buena cultura y referirnos a su gente con buenos adjetivos. Así, cuando la sociedad logra crecer dotando de una identidad positiva a su ciudad, en ese momento sabremos que existe una buena cultura cívica, y sin más preámbulo podríamos asegurar que la definición de cultura cívica no es más que la sencilla y romántica premisa de que los ciudadanos de una región saben convivir en armonía. 

La civilización es un término que también deriva de ciudad, pero que nos lleva siempre a pensar que se trata de un sinónimo de progreso, aunque solo se trate de términos relacionados, la razón de esta relación es que la civilización no es un proceso terminado, sino que se trata de un constante perfeccionamiento en la cultura de una ciudad: sus leyes, su gobierno, sus conocimientos, su economía, etcétera, haciendo de la cultura un fenómeno dinámico. Algunas causas de dicho dinamismo en la cultura (o civilización), podrían ser el desarrollo técnico y tecnológico, por ejemplo, antes enviábamos cartas, ahora enviamos e-mails, y no sólo se nota en el medio del cual nos valemos para hacer llegar el mensaje escrito, sino que también vamos cambiando nuestra forma de redactarlo, haciendo muchas veces del e-mail una carta más informal que la convencional carta escrita en papel y enviada por correo, muchas veces más parecido al recadito que nos dábamos de pupitre a pupitre en la primaria. 

Otra causa de dinamismo en la cultura son los accidentes históricos, me permitiré dar un ejemplo de lo que podrían ser dos accidentes históricos que trascienden en el dinamismo cultural de dos países, ya que con esto creo explicar con más certeza a lo que me refiero: 

Muchos podrían asegurar que a partir de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, el pueblo norteamericano actúa de una manera más paranoica, posiblemente también representa ver de otro modo a los árabes, y que a raíz de dicho accidente se llaga a otro (quizá no tan accidente) factor histórico que constituye también un gran cambio cultural en otro país, hablo de la invasión a Irak. El accidente común en el que desenlazó el atentado terrorista en una muestra de ausencia democrática sería la guerra, ya que si preguntamos a la gente de ambos pueblos si tuvieron oportunidad de ser tomados en cuenta para ver si querían ser partícipes, la mayoría responderían que no, aunque muchos responderían en favor de ella, por un lado Estados Unidos como pueblo patriota que va y se “raja la madre” en nombre de la libertad bajo el argumento de su mandatario de “liberar a Irak de la tiranía de Sadam”, y por el otro lado el pueblo Iraquí “rajándosela” por una “guerra Santa”. Pero en ninguno de los casos serían la mayoría los que externen este sentir. Aunque sabemos que la democracia significa más que una simple mayoría. En su más sencilla expresión, basada en su etimología, nos dicta que la democracia es el gobierno del pueblo, y en este ejemplo, en cuanto a las dos culturas nombradas, vemos que el pueblo sólo fue víctima de la decisión de un gobierno que no lo tomó en cuenta. Después, vendría (visto desde un ángulo muy subjetivo: el estadounidense) el resultado de dicho accidente que sería la democracia, abriéndole a Irak las puertas a un futuro capitalista, esto me hace recordar la sátira con que reaccionan los países observadores, que nos enseña un mapa de Irak invadido por el logotipo de McDonald’s, y un Wal-Mart en cuyo estacionamiento descansan cientos de camellos. Por otra parte, desde el punto de vista de algunos iraquís, la democracia no abandera el resultado de dicho accidente, sino que desde un principio se viola la soberanía de un pueblo y se pisotea su democracia al derrocar a su líder, aunque esta forma de verlo también sería subjetiva.



Gracias a este tipo de situaciones logramos darnos cuenta que la democracia a pesar de tener un significado aparentemente universal como sería decir: “el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”, vemos que al haber culturas que difieren tanto unas de las otras, el sentido de la democracia varía, y esto sin perder su significado, y el dinamismo que sobreviene a una democracia distinta trasciende en un civismo mucho más distinto y complejo de entender para individuos educados en otra cultura, llevándonos a pensar que hay más de una definición de democracia, que cada pueblo tiene la suya, que difiere en base a todos aquellos conceptos que componen una cultura cívica, razón por la cual nos viene a la mente aquella vieja incógnita del huevo ó la gallina, en la que nos preguntamos sí sólo de la cultura cívica de sucede a una democracia, sino que pudiese ser lo contrario. 

Agosto de 2007.

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