Paquidermo (minicuento)

Autor: Vladimir Villarreal


Hurgo entre los escombros de lo que alguna vez fue mi vida, me prometí nunca más entrar ahí, donde sabía de antemano que abriría viejas heridas. Es como una droga, quizás estar en contacto con sus pertenencias me logre calmar por unos días, por unos meses, y ¿por qué no?, por algunos años, como la última vez. Pero a pesar de haber soportado más tiempo que las otras veces, tengo días con una ansiedad insoportable por meter la llave en esa cerradura.

Giro la manija y en un instante me veo adentro de su habitación, en la que solía encerrarse, de la que ya no se cuelan sonidos desafinados de violín por debajo de la puerta. Me encuentro con su muñeca de trapo, lleva puesta la diadema que le tejió ella misma. Paso mis dedos sobre el peinador recogiendo polvo de años, y abro una de sus puertas, ahí está el florero de marfil que trajo la abuela desde África, con unos antílopes tallados, escondido como siempre, lo toco con culpa, como si al tocarlo se activara una alarma que llame a la Asociación Mundial de Protección a los Paquidermos, con el mismo sentimiento de culpa con el que podaba el bonsái de marihuana, "pudo haber sido un geranio", decía, "o una buganvilia, pero tenía que ser un pequeño árbol de marihuana, tan bello que te tiemblan las manos como gelatina al sostener las tijeras, con temor a estropearlo... De mandarlo todo a la chingada".

Guardo el florero de colmillo de elefante, cuidando no activar la alarma. Salgo de la habitación, cierro con llave, esta vez me aseguro de no tenerla tan fácil la próxima vez, pues salgo al patio y la arrojo lejos, hacia los tejados, donde sé que jamás la buscaré.

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